El hijo

Cuando una mujer se embaraza por primera vez, le acomete una oleada de sentimientos encontrados: si el hijo es deseado, aun siendo un embarazo planeado, el temor de perder la figura y con ella el amor de su pareja, hacen que la alegría de ser madre se diluya un poco. Los “achaques” del primer trimestre contribuyen a este estado de incomodidad. La mujer se ve al espejo y quizá note que sus senos están aumentando de volumen, lo que por lo general no le molesta, y se pregunta cuándo perderá su cintura, cuándo su abdomen se agrandará tanto que le hará caminar diferente, un caminado que alguien llamó “el orgullo de la embarazada”, y que en la realidad no es otra cosa que la única manera en que se puede mantener el equilibrio. En esta etapa lo que necesita más que nada es que su pareja reafirme su amor, que le acompañe y le asegure que la seguirá queriendo. No todas obtienen esto. Si el embarazo es producto de un accidente o de una violación el estado emocional de la mujer se deteriora y entonces se hace necesaria la intervención de un terapeuta, o hasta de un profesional de la psiquiatría.

Al ir avanzando la gestación, la mujer se inunda de hormonas que le cambian el ánimo y la perspectiva de la vida; ahora todo se ve diferente, tiene mucho sueño y quiere descansar, y las molestias propias de este estado son mínimas. Sus ojos brillan, su piel es mucho más tersa y el cabello se ve hermoso. A menos que tenga una enfermedad propia del embarazo o una enfermedad previa que se complica con el embarazo, el segundo trimestre es feliz para la gran mayoría de mujeres, que es circunstancias de un embarazo sin enfermedad se manifestará, generalmente como una mejer apacible. Sus necesidades son ahora ambiguas: es importante el apoyo de la pareja, y también es muy importante pensar en el hijo; se empieza a buscar nombre, ropa, cuna, etc. con mucha ilusión.

En el tercer trimestre aparecen molestias nuevas: quizá hinchazón de pies y manos, fatiga, algunas veces incluso dificultad para respirar; mucho calor, aún en invierno, Ahora se pueden percibir con claridad los movimientos del hijo, lo que trae muchísima ternura a la mamá, quien quiere compartir esta sorpresa con el padre. Normalmente ya no le importa la pérdida de la figura, ahora está concentrada en el miedo a que el parto salga bien, que el hijo nazca sano y completo, que no herede ningún defecto familiar. El conocimiento directo o indirecto, a través de familiares, amigas, personajes públicos, de lo que puede ocurrir de mala manera durante u parto o cesárea pudiera ocasionar mucho miedo, quizá hasta terror. Necesita la mujer en este período personas que la acompañen y la tranquilicen.

Después del parto la felicidad inunda a la nueva mamá. Es todo amor para el hijo. Y por otro lado, la caída brusca de las hormonas pueden llevar a llanto, sensibilidad y hasta depresión. Aquí la mujer necesita mucho apoyo, pues la atención del recién nacido es de 24 horas al día, lo que puede ocasionar gran fatiga. La primeriza tiene miedo de que su hijo no respire, no sabe bien cómo alimentarlo ni bañarlo; muchas veces esto significa no dormir y mal comer. Necesita compañía y apoyo, ayuda con el bebé y mucha simpatía. Frecuentemente la abuela viene a acompañar a su hija y nieto, para ayudar, lo que muchas veces provoca fricciones con la pareja.

Cada etapa del embarazo y puerperio presenta retos emocionales. Podemos acompañarte.