La soledad

Una canción de Alberto Cortés dice:

La soledad es algo así, como buscar y no tener, con quién estar. La soledad es algo así, como querer y no saber porqué llorar…

Todo ser humano tiene momentos de soledad. Esa sensación desagradable de estar aislado, aún en medio de una multitud. Ese temor de quedar fuera de toda conversación y de todo interés de los que están alrededor mío. Esa frustración de que no “me vean”, queriendo decir que si estoy o no estoy sería lo mismo para los demás.

Cuando somos pequeños, si mis padres están ocupados y no me hacen caso rápidamente, tan rápidamente como quiero, me siento sola/o, olvidada/o, y reacciono aislándome (ahora yo no te hago caso a ti), o rompo a llorar, gritar y me tiro al suelo. Ya de más grande, si pierdo un amor me siento sola/o; si pierdo una cosa que valoro, o me quedo sin trabajo la sensación también es de soledad y frustración puesto que no hay quién inmediatamente me resuelva el problema.

En la época de la vejez: voy perdiendo autoridad con los hijos y no se me toma en cuenta para las decisiones, me excluyen de las conversaciones y se molestan ante mis olvidos y repeticiones. Hasta los nietos, que de pequeños gozaban con mis chiqueos y pláticas, hoy tienen muchos amigos y ya no les gustan mis juegos de mesa ni mis historias.

Si el adulto mayor vive en su casa, se va quedando sin visitas de hijos y nietos, puesto que todos están ocupados viviendo sus vidas y atendiendo a sus intereses. Si vive en casa de un hijo, pareciera que estorba, pues no saben qué hacer con él o ella cuando salen de vacaciones, o aún a comer fuera.

Es entonces que la soledad se va apoderando del viejo, que, volviendo a comportarse como niño para atraer la atención, se aisla tercamente, o adopta una actitud beligerante.

El remedio es, dedicar algo de tu tiempo al “vieja/o” escúchale sus historias, repetidas y todo, son pedazos de su existencia, cosas que considera valiosas y dignas de ser compartidas. Es sobre todo adecuado platicarle los asuntos familiares, tomar en cuenta su opinión, y seguir sus consejos si no son muy descabellados. La manera de resolver problemas no es tan diferente en su época y en la tuya. Sobre todo, demuéstrale amor, sobre todo en este tiempo de pandemia. Recuerda siempre que, si estás aquí y ahora, es gracias a los viejos. Lo que te dieron, aún lo que consideraste negativo en su tiempo, te ayudó a llegar a donde estás ahora. Abrázala/o.